viernes, 25 de noviembre de 2016

Se cumplen 60 años de la partida del Granma

Con motivo del 60 aniversario del inicio del viaje que realizaron a bordo del yate Granma los revolucionarios cubanos liderados por Fidel Castro, reproducimos aquí la editorial y un artículo suplementario publicados hace pocas semanas por los compañeros de la revista atiimperialista Cuba+.


 La singladura de la Revolución es ancha pero cercana

Se acerca el 60 aniversario del heroico desembarco del Granma y hemos querido rendirle un modesto homenaje con un suplemento especial. En realidad, el proceso revolucionario cubano que comanda Fidel hunde sus raíces en una opresión secular y universal, en primer lugar americana. ¿Acaso el Granma no lleva a ese Che que declararía que me siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país de Latinoamérica, como el que más y, en el momento en que fuera necesario, estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación de cualquiera de los países de Latinoamérica? Será por eso que para titular este editorial se nos vino a la cabeza el maravilloso libro del peruano Ciro Alegría “El mundo es ancho y ajeno”·. “Váyanse a otra parte, el mundo es ancho”, decía el hacendado Álvaro Amenábar y Roldán a los comuneros andinos, a quienes despojaba y condenaba a un mundo extraño –ajeno- de explotación y humillación.

Sin duda, la brújula del Granma ya de partida orientaba más liberación social e imperial que la estrictamente cubana. Normal, casi, que errara el punto previsto en un principio para el desembarco. Sesenta años después no pocos puertos en el mundo necesitarían que la singladura de la revolución les cogiera o se mantuviera suficientemente cerca. Tal es la situación de barbarie creciente a que nos aboca un sistema capitalista que hace aguas y no duda en ahogar lo que sea con tal de salir a flote. Vemos cómo la agenda imperial lleva décadas mortificando salvajemente a Oriente Medio. Y ahí tenemos la continua agresión que sufre la Venezuela bolivariana. Con todo tipo de medios. También la de estos. No hay que extrañarse, pues, de esos rumores que llegan de que el Granma no está solo para visitas de museo. Que aún sigue reclamando tripulación para una larga lista de abordajes pendientes.



A 60 años del desembarco del Granma, vencer pasa por aquel grito…
¡aquí no se rinde nadie, carajo!


Es la madrugada del primero de diciembre de 1956. En medio de una violenta tormenta el piloto del yate Granma, Roberto Leonardo Roque, está encima de la cabina preocupado por divisar los destellos del Faro de Cabo Cruz. Son cinco días ya de durísima y clandestina travesía desde que partieran de las aguas del río Tuxpan, que desemboca en el golfo de México, hacia la isla de Cuba. Los 82 expedicionarios del bote, armados hasta las cejas, están nerviosos porque llegaban con retraso. El día anterior, 30 de noviembre, escucharon por radio el levantamiento, liderado por Frank País, que se había producido en Santiago, con el cual debía acoplarse el desembarco de los propios expedicionarios de cara a dividir los esfuerzos del enemigo. El peso de los propios tripulantes, el del armamento que llevan, problemas en el motor y las condiciones climáticas han retrasado la marcha prevista.

Inmersos en esta lucha contra el tiempo y los elementos, una enorme ola golpea el casco del Granma y Roque es derribado en la oscuridad de la noche cayendo al mar. Están cerca de la isla, por lo que se arriesgan a ser descubiertos si encienden los focos del barco. Además, el nerviosismo por desconocer la suerte que han corrido los compañeros que se han sublevado en Santiago, la incertidumbre de no saber si estaban navegando en dirección correcta y, en definitiva, la inexperiencia combatiente de todos ellos están latentes. Es entonces cuando va a aparecer en toda su altura moral la figura del líder de la expedición, Fidel Castro, quien ordena parar la marcha del barco después de tanto esfuerzo y sacrificio acumulados hasta entonces…

Efectivamente, han sido meses de duros y arriesgados preparativos en el exilio mexicano para llegar a este momento. Tras la derrota en el asalto al cuartel Moncada y pasar casi dos años en prisión, Fidel, convertido ya en héroe de la lucha por la Independencia Cubana para todo su pueblo, parte a México, donde va agrupando a más revolucionarios cubanos exiliados. Desde allí mantiene correspondencia con los compañeros que quedaron en la isla, analizando la situación cubana e impartiendo la táctica a seguir por parte del recién nacido Movimiento 26 J, cuyo primer documento oficial, donde se analiza la situación del país y se llama a la insurgencia popular, aparece el 8 de agosto de 1955. Además de conocer al joven Ernesto Guevara, Fidel recorre ese año los Estados Unidos en busca de nuclear a la numerosa emigración cubana de ese país, lo que consigue con tremendo éxito, llegando a afirmar premonitoriamente en Nueva York: «Puedo informarles con toda responsabilidad que en el año 1956 seremos libres o seremos mártires». Es esa síntesis de audacia en la comprensión y de valentía en la acción la que mejor define a Fidel.

Y de moral revolucionaria… Por eso paró el barco y, a pesar de que en un primer momento no encontraban a Roque, ordenó que de allí no se movía nadie hasta que apareciera el compañero. Una hora estuvieron escudriñando el mar con las linternas, una hora en la que cada minuto que pasaba hundía un poco más las esperanzas de encontrar a Roque con vida. Pero Fidel ordenó seguir la búsqueda, hasta que finalmente una voz extenuada les guió a su posición: la voz de un Roque que fue remontado al barco y auxiliado, entre gritos de “¡Viva Cuba Libre!” y cánticos del himno nacional cubano.

Ese momento fue clave, en palabras de los propios tripulantes, para tomar conciencia de la unidad en la lucha, de lo que el Che llamó “la solidaridad del combatiente”. Una hora después divisaron luces, pero no estaban en el lugar esperado según su carta náutica, lo que obligó a postergar el desembarco un día más. Finalmente, el 2 de diciembre se produjo el desembarco. El 5 del mismo mes llegó el bautismo de fuego en el que la tropas batistianas, acribillando por aire y tierra a los recién llegados guerrilleros, conminaron a los revolucionarios a rendirse.

Pero lo más importante que llegó ese día fue aquella respuesta desde detrás de algún cañaveral: “¡Aquí no se rinde nadie, carajo!”. Porque fue así como vencieron. Incluso antes de vencer. Y es que aquel grito ya era la victoria. También nosotros, si bien no tenemos aún a la vista un desembarco parecido, sí que tenemos que seguir el ejemplo de Almeida, de Roque, del Che, de Fidel para gritar(nos) que no nos rendiremos en nuestra travesía de lucha y solidaridad antiimperialistas.



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